NO
PODEMOS OLVIDAR
Un
pueblo que no conoce su historia esta condenado a repetirla. Si a
nuestro colectivo se le oculta el pasado, la verdad, se le niega la
justicia, se le trata indignamente, seremos victimas eternas. Y los
hechos así lo demuestran. El silencio cómplice continua, la
indiferencia esta muy presente, las maniobras para aparentar
normalidad ante nuestras denuncias continúan, además de la
información falsa y manipulada. Somos objeto de una partida de ping
pong entre Administraciones, partidos políticos, médicos,
investigadores. A continuación una pequeña muestra de lo que muchos
de nosotros no podemos olvidar.
Ana
no puede olvidar las lagrimas de su padre al recordar cuando la
diagnosticaron la polio.
Virginia
no puede olvidar cuando en el año 2000, leyó en un periódico un
artículo sobre el síndrome post-polio, lo que la estaba pasando
tenía nombre y apellidos y nunca nadie la había informado de ello.
Miguel
Ángel no puede olvidar cuando le operaron de alargamiento de tibia,
para quitar el alza de 6 centímetros, tras su larga recuperación
comprobó que la pierna operada le había quedado mas larga que la no
afectada de polio. Años después supo que la operación nunca debió
haberse practicado antes de finalizar el crecimiento.
Carmen
no pude olvidar que en los años sesenta le negaran la asistencia a
un colegio público, debido a las barreras arquitectónicas. Solo la
admitieron porque su madre o un familiar la subía y bajaba las
escaleras cuatro veces al día. Tampoco puede olvidar como desde la
ventana de la clase veía el recreo.
Antonio
no puede olvidar que al solicitar la silla de ruedas eléctrica
(recomendada por el neurólogo) la rehabilitadora le dijera “ que
no se la prescribía, que seguía las instrucciones que recibía y
que no se mojaba el culo por él.
Amancio
no puede olvidar el trato vejatorio que recibió por parte de cierto
personal sanitario y servir como conejillo de indias.
Faustino
no pude olvidar que su hermana y él contrajeran la polio en 1963,
tras vacunarles en una empresa del régimen porque la vacuna estaba
en mal estado. Este último dato lo conocieron en el año 2002.
Isabel
no puede olvidar cuando renovó su último aparato ortopédico, le
costó 2400 euros y solo le subvencionaron 1040 euros, no puede por
menos manifestar su solidaridad con los que utilizan dos aparatos,
que ruina, el pago es por adelantado. Fue en época de abundancia.
Fernando
no puede olvidar la discriminación y falta de respeto por las que
tuvo que pasar, sobre todo en la infancia.
Lola
no puede olvidar la sonrisa de un neurólogo en un hospital público
en el año 2002, acompañada de las palabras “el síndrome
post-polio, eso no existe”.
Juan
Carlos no puede olvidar el miedo cuando le operaron con 6 años y la
crueldad de la monja que le amenaza con las inyecciones.
Lucia
no puede olvidar que no fue vacunada a su debido tiempo, existiendo
dos vacunas, por la ineficacia de las autoridades de la época,
ineficacia programada.
Rosa
no puede olvidar cuando en una pagina web vio las palabras segura y
eficaz refiriéndose a la primera vacuna del año 1955, pues la
información que se dio en nuestro país a muchas personas fue que no
valía.
Marisa
no puede olvidar que el medico le dijo a su madre cuando contrajo la
polio, que lo que mejor le podía pasar a su hija era morirse.
Milagros
no puede olvidar las múltiples operaciones a las que fue sometida en
su infancia y adolescencia, jamás la consultaron ni la informaron
sobre las mismas.
La
Asociación no puede olvidar a los que murieron a causa de la polio,
la gran mayoría niños y a los que han muerto en estos años a causa
del síndrome post-polio. No olvidamos la explotación laboral y las
humillaciones sufridas en este aspecto por muchos. Tampoco olvidamos
que nuestras historias clínicas no aparecen y que el informe
publicado en el año 2002 por el Instituto de Salud Carlos III,
referente al Síndrome Post-Polio fue por decirlo suavemente
aligerado. La historia se repite.
Lola
Corrales
Presidenta
de la Asociación Afectados de Polio y Síndrome Post-Polio
www.postpolioinfor.orginformacion@postpolioinfor.org
Madrid,
24 de octubre de 2011